Mientras
estudiaba la cara rocosa que teníamos por delante planeé la siguiente fase de
nuestro ascenso. El llamado apagado de Matthew interrumpió mi ensueño. Lo miré
hacia abajo y me di cuenta inmediatamente que estaba en problemas. Estábamos
escalando el Iceberg Peak en Glacier
National Park. Era una de nuestras salidas entre padre e hijo.
Hago estos
viajes con cada uno de mis hijos, con el convencimiento de que es importante
que un padre esté solo con cada uno de sus hijos, ocupados en actividades que
ellos desean hacer. Esto liga nuestros corazones y abre las avenidas de
comunicación Matthew había escogido esta escalada, y aquí estábamos, libres,
escalando en un área que realmente demandaba sogas y equipos de seguridad.
¡Matthew
estaba atrapado! Había seguido mi ruta ascendiendo la montaña hasta que quedó
atascado en el borde debajo de mí yo tenía la altura suficiente para
alcanzar el siguiente borde y subirme hacia arriba, pero Matthew, que en esta
época era más bajo que yo, no podía alcanzar lo suficientemente alto como para completar
esta maniobra. Rápidamente me deslicé hacia abajo y extendí mi mano hacia él.
-Tómate de mi
mano, hijo. Te voy a tirar hacia arriba.
Podía ver la
lucha entre el temor y la duda en su rostro. ¿Puede realmente papá hacer esto?
¿Tiene suficiente fuerza? ¿Qué me pasará si me suelta?
-¡Toma mi
mano, Matthew! Yo tengo la fuerza. Puedo evitar que caigas -lo animé.
Él miró hacia
abajo. Era un largo camino y su expresión delataba la batalla que se desarrollaba
en sus pensamientos. ¿Estarla dispuesto a tomar ese salto de fe, confiando en
que yo podría hacer lo que le había prometido?
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