3 de mayo de 2012

El último gran paso


El último gran paso
  Mientras estudiaba la cara rocosa que teníamos por delan­te planeé la siguiente fase de nuestro ascenso. El llama­do apagado de Matthew interrumpió mi ensueño. Lo miré hacia abajo y me di cuenta inmediatamente que estaba en problemas. Estábamos escalando el Iceberg Peak en Glacier National Park. Era una de nuestras salidas entre padre e hijo.

Hago estos viajes con cada uno de mis hijos, con el conven­cimiento de que es importante que un padre esté solo con cada uno de sus hijos, ocupados en actividades que ellos desean hacer. Esto liga nuestros corazones y abre las avenidas de comunica­ción Matthew había escogido esta escalada, y aquí estábamos, libres, escalando en un área que realmente demandaba sogas y equipos de seguridad.

¡Matthew estaba atrapado! Había seguido mi ruta ascendien­do la montaña hasta que quedó atascado en el borde debajo de mí yo tenía la altura suficiente para alcanzar el siguiente borde y subirme hacia arriba, pero Matthew, que en esta época era más bajo que yo, no podía alcanzar lo suficientemente alto como para completar esta maniobra. Rápidamente me deslicé hacia abajo y extendí mi mano hacia él.
-Tómate de mi mano, hijo. Te voy a tirar hacia arriba.
Podía ver la lucha entre el temor y la duda en su rostro. ¿Puede realmente papá hacer esto? ¿Tiene suficiente fuerza? ¿Qué me pasará si me suelta?
-¡Toma mi mano, Matthew! Yo tengo la fuerza. Puedo evitar que caigas -lo animé.

Él miró hacia abajo. Era un largo camino y su expresión delataba la batalla que se desarrollaba en sus pensamientos. ¿Estarla dispuesto a tomar ese salto de fe, confiando en que yo podría hacer lo que le había prometido?

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